La almendra: pequeña pero poderosa en nutrientes
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La almendra (Prunus dulcis) destaca como una de las semillas oleaginosas más estudiadas por su densidad nutricional y propiedades bioactivas. Diversas investigaciones han demostrado su rol en la prevención de enfermedades crónicas, regulación lipídica, modulación del estrés oxidativo y soporte en la saciedad, convirtiéndola en un componente funcional dentro de patrones dietéticos equilibrados.
1. Capacidad antioxidante: vitamina E y polifenoles
Las almendras concentran tocoferoles, especialmente α-tocoferol (20–25 mg/100 g), un potente antioxidante liposoluble que protege las membranas celulares del daño oxidativo. Además, su contenido de compuestos fenólicos contribuye a reducir marcadores inflamatorios y estrés oxidativo sistémico.
2. Perfil lipídico cardioprotector
Alrededor del 50–55 % de su composición son lípidos, predominando los ácidos grasos monoinsaturados (principalmente ácido oleico). Este perfil graso está asociado con mejoras en el perfil lipídico plasmático (disminución de LDL y aumento de HDL), contribuyendo a una menor incidencia de enfermedad cardiovascular.
3. Fibra dietaria y saciedad
Con cerca de 12 g de fibra por cada 100 g, las almendras promueven la salud gastrointestinal, modulan la velocidad de vaciamiento gástrico y contribuyen al control del apetito, factores clave en programas de control de peso y salud metabólica.
4. Versatilidad funcional en formulaciones alimentarias
Las almendras pueden incorporarse en matrices alimenticias como snacks, mantequillas, leches vegetales o barras nutricionales, siendo una opción altamente aceptada sensorialmente y funcionalmente efectiva. En productos como las barras de Bite, su inclusión potencia el valor nutricional y la palatabilidad.
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